9 de mayo de 2013
La guerrilla que planta flores y pinta paredes
Por: Camila Barajas Salej Estudiante Facultad de Comunicación Social Universidad Externado de Colombia
Grupos de jóvenes se preocupan por su percepción de caos citadino,y rechazan la indiferencia de otros, por eso buscan generar cambios interviniendo espacios antes no concurridos.
En década de los setenta en Estados Unidos y en países europeos comenzó el movimiento Guerrilla Gardening (Jardinería de Guerrilla), el cual busca transformar espacios públicos ‘cuya connotación es negativa’ por medio de murales, graffitis y plantaciones. El objetivo es crear cambios en las relaciones de la comunidad y su entorno.
En 1973 Liz Christy y su grupo Green Guerilla (Guerrilla Verde) hizo un jardín comunitario en un área abandonada de Houston Streets en Nueva York. Hoy, el espacio cuenta con el apoyo del departamento de protección de parques y es conservado por voluntarios. La fundadora murió en 1985 y, en su honor, el parque tomó el nombre de The Liz Christy Garden (El Jardín Liz Christy).
A partir de ésta iniciativa otras ciudades en el mundo como Londres, Buenos Aires, París, entre otras, replicaron la intervención. Con el auge de internet el proyecto logró hacerse conocer más y hoy treinta ciudades registradas por el Manual de Guerrilla Gardenin, escrito por Richard Reynolds, realizan intervenciones.
En Bogotá hay dos grupos permanentes conformados por universitarios que practican la Jardinería de Guerrilla desde el 2011 ellos son Jardineros Insurgentes y Sexy Bogotá. Ambos, al sembrar desde flores hasta maleza buscan concientizar acerca de la relación persona-ciudad. Sus ‘‘atentados’’ o intervenciones los realizan siempre de día para mostrar la transparencia de sus acciones y además promover la participación de la comunidad. Éstas se han realizado en lugares como el colegio Manuela Beltrán, la plaza de Lourdes, el río Arzobispo, entre otros.
La antropóloga Marta Sáenz, docente de la Universidad Externado de Colombia, dice que al tomar en cuenta que la ciudad no tiene grandes plantaciones, el jardín se convierte en una posibilidad para quienes viven en la ciudad de tener contacto con el mundo rural. ‘‘Es como un respiro en medio del atosigue de la vida urbana’’, explica.
Los voluntarios del movimiento recolectan los materiales de las materas pidiendole a amigos la donación de objetos que ya han cumplido un ciclo de vida, ‘canequiando’ y buscando constantemente objetos dignos de ser una buena matera. Esto hace que haya materas desde la cola de una botella de gaseosa de dos litros hasta una olla vieja y quemada pero resistente.
Los materiales son escogidos según el contexto de cada comunidad, lo que hace que estos varíen, ya que hay lugares con mayor riesgo de que algunas personas de la comunidad comercialicen los objetos convertidos en materas.
En Bogotá se han realizado dos actividades esporádicas de Guerrila Gardening registradas en videos subidos a YouTube. Fueron realizadas por Maria Buenaventura y Felipe Sepúlveda, representantes de Galería Santa Fe; y por estudiantes de publicidad de la Universidad Central, durante un ejercicio académico dirigido por el profesor ‘Chulespe’ Jesús Pineda Patrón en un muro ‘‘abandonado’’ y ‘‘solo’’ de la Universidad. No hay registros de estas intervenciones en otras ciudades de Colombia
Sexy Bogotá empezó cuando su líder, Juan Pablo García, conoció el movimiento en Alemania y se interesó por replicarlo en su país. Decidió optar por un nombre contrario al de Guerrilla Gardening por considerar que en Colombia el decir ‘guerrilla’, tiene una connotación muy negativa. ‘‘Yo dejo a un lado el romanticismo de guerrilla que sí tienen los europeos porque acá en Colombia la cosa es diferente’’, dice García. Agrega que al momento de comenzar con la iniciativa su ‘orgullo capitalino’ estaba en el suelo por la gobernación del entonces alcalde Samuel Moreno, y al no quererse quedar de brazos cruzados decidió tomar acción por medio de Guerrilla Gardening.
Jardines Insurgentes, liderado por Santiago Mejía y Maria José Olmos, se inspira en aquellas plantas que crecen en azoteas, tejados y ladrillos; que renacen luego de haber sido arrancadas. El entrar invisible a un lugar, empezar a tomarlo, apoderarse de él y generar otro tipo de dinámicas en torno al espacio, los lleva a pensar la insurgencia de otra manera.
Este colectivo conoció Guerrilla Gardening cuando buscaban referentes, encontraron este movimiento afín a sus deseos de intervención. Propusieron el proyecto al Distrito en una convocatoria orientada a localidades “culturalmente activas”, lo ganaron y obtuvieron financiación para realizarlo.
Marta Sáenz opina que es una propuesta muy interesante por la reelaboración política sobre la noción de guerrilla en el contexto colombiano. Dice que asociar la noción de insurgencia y de guerrilla con algo positivo muestra una serie de juegos simbólicos importantes en el imaginario colectivo. ‘‘Nosotros estamos acostumbrados a las armas que matan, con este movimiento nos encontramos frente a un arma delicada que tienes que cuidar: las plantas’’. Agrega que esto plantea un cuestionamiento político, de estar de acuerdo o no con lo que ocurre cotidianamente, además sugiere la posibilidad de cambio el enfrentarse a intervenciones como el grafitti o las materas porque se crea una sensibilidad al advertir intervenciones de carácter político.
Ambos grupos coinciden en que al principio era un proyecto meramente estético donde se ‘atacaban’ espacios ‘feos’ y se esperaba que la comunidad, que colaboró en el momento de la intervención, cuidara del proyecto. Pero al ver que esto no ocurría, su objetivo ahora es buscar cómo generar apropiaciones para que las personas mantengan vivo el cambio.