13 de julio de 2015
El primer arqueólogo ‘made in’ Colombia
Manuel Lozano es un enamorado del pasado. Hoy recuerda que siendo un niño prefería los programas de dinosaurios, y que su curiosidad comenzó a despertar en la primaria cuando, en clase de sociales, con tiza, borrador y láminas en mano, sus profesores trataban de explicarle a él y a sus […]
Manuel Lozano es un enamorado del pasado. Hoy recuerda que siendo un niño prefería los programas de dinosaurios, y que su curiosidad comenzó a despertar en la primaria cuando, en clase de sociales, con tiza, borrador y láminas en mano, sus profesores trataban de explicarle a él y a sus compañeros la manera en la que hace millones de años comenzó a poblarse la tierra.
Con el paso de los años Manuel supo que la Arqueología era lo suyo. “¿Arqueología?”, pensaban algunos que se lo imaginaban colgado de lianas o batallando con los espíritus de antiguas deidades en templos faraónicos a lo Indiana Jones; “¿eso si da plata?” preguntaban otros que se decían a sí mismos “más realistas”.
Pero más allá de los mitos y las realidades sobre este oficio, la verdad era que cuando Manuel se graduó del colegio ninguna universidad tenía una carrera en Arqueología. La mejor opción y lo más cercano a su sueño en ese entonces, era estudiar Antropología y luego sí buscar, por fin, un posgrado en técnicas arqueológicas.
Así fue como llegó al Externado donde entró a Antropología. Pero el destino jugó a su favor y, en 2008, cuando aún era un estudiante, la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural abrió el programa de Arqueología, el primero y único que existe actualmente en el país. Como dicen las mamás, “al que le van a dar le guardan, y si está frío se lo calientan”.
Manuel estaba en tercer semestre, y fue el director del programa, José Luis Socarrás, quien lo animó para que homologara algunas de las materias y se inscribiera del todo en el pregrado de Arqueología, y así lo hizo.
El 30 de abril de 2014, luego de presentar una rigurosa investigación en la que analizó la dieta de una población de hace más de 6.000 años a partir de restos óseos, obtuvo el diploma que lo acredita como el primer arqueólogo colombiano graduado de un programa de pregrado en el país.
Desde entonces, Manuel no ha estado un solo día desempleado. Siendo un estudiante comenzó a trabajar en Nueva Esperanza, que es considerada la excavación arqueológica más grande del país, y luego apoyó a la empresa contratista encargada de la peatonalización de la Carrera Séptima. Hoy trabaja en un proyecto que Ecopetrol desarrolla en Cundinamarca, Meta y Casanare.
Los grandes proyectos mineros y de infraestructura se han convertido en una oportunidad para los arqueólogos en nuestro país. Antes de poder construir grandes autopistas o iniciar una perforación, las empresas no pueden mover una sola piedra sin antes realizar un plan de manejo ambiental y arqueológico para garantizar que no se pongan en riesgo restos humanos, naufragios o implementos de antigüedad, que permitan reconstruir la manera en la que vivían los antiguos habitantes de nuestra Colombia.
Manuel se siente hoy como todo un cronista: “lo que más me gusta de lo que hago es esa visión romántica en la que puedo comenzar excavaciones en ciertos territorios, para luego llegar al laboratorio y construir historias”, dice.